Buenas noches, Punpun #7


Esta serie está degenerando en demasía. Creo que me está cansando bastante el rumbo que está tomando el arco argumental, así que... no sé... Me da mucha lástima, pero no daré prioridad a esta obra por encima de otras que me apetezca adquirir antes. Pero bueno, entremos en el meollo:

Punpun, después de morir su madre, se muda con Midori y su tío Yuichi a un minipiso. Allí descubre que, quien le había estado enviando cartas desde el principio, había sido su madre y no su padre. De hecho, este se presenta ofreciéndole vivir con él, propuesta que Punpun rechaza. Al final, nuestro pollo loco acaba encontrando trabajo de contador de personas (?) y de reponedor en un combini por la noche. Con este dinero logra alquilar un piso muy barato pero que tiene las paredes de papel.

En el transcurso de este tomo vemos un adolescente dando el paso a joven adulto. No tiene amigos, ni novia, ni familia en la que confiar. Está solo y amargado; no se relaciona con el mundo que le rodea. Está sumido en una gran depresión y no sale de ella. Y eso me aburre. ¡Deja de ser un hikikomori cutre!

En el capítulo final vuelve a reencontrarse con una chica, que le ofrece ser el narrador de una historia y ella la ilustradora. Gracias a esta propuesta, Punpun (que se había transformado en pirámide = persona demacrada -?-) vuelve a ser el pollo que era.

Punpun no se quita a Aiko de la cabeza. ¡Qué suplicio!

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